Monsieur Philippe

Monsieur PhilippeConocí a Monsieur Philippe durante mi estancia en Barcelona. Vivía en el barrio de Sarriá, muy cerca del piso en donde pasé el último año de la maestría. La primera vez que conversamos fue en la cafetería que estaba al frente de casa. Yo solía ir los fines de semana. Él sólo faltaba a su cita matutina de latte et croissant cuando estaba en uno de sus exóticos viajes.

“Siempre me han gustado las fotografías que cuelgan en este café” le comenté un día, aún sin saber quién era, señalando una de las diez o doce que decoraban el local. Todas estaban relacionadas con la fauna y flora submarina, con brillantes colores y caprichosas figuras. “No te puedés imaginar su bellezá cuando lo ves con tus propios ojós” me replicó Philippe en castellano aunque con marcado acento francés. Era fotógrafo subacuático y tenía un acuerdo con Tomás, el dueño del lugar, para exponer sus trabajos y conseguir algún ingreso extra por su venta.

Había explorado todos los mares del mundo y fue colaborador recurrente en varias revistas especializadas. Llegó a publicar incluso en la prestigiosa National Geographic. Cuando se jubiló se mudó a Barcelona para disfrutar del clima y de su entorno cosmopolita. Desde esa conversación inicial, todos los sábados a las diez de la mañana compartíamos la misma mesa del rincón para desayunar y hablar de sus viajes. “Tengo que gegesar a tu país, mon ami péruvien. Tienen el mejog ceviche del monde” me aseveraba Philippe con conocimiento de causa. A poco de mi retorno al Perú prometimos escribirnos con regularidad. Así lo hicimos durante los primeros meses pero con el tiempo, debido a nuestras distintas ocupaciones, perdimos la costumbre.

Hace poco volví a Barcelona por motivos de trabajo. Mientras desayunaba en el hotel, una noticia en el periódico me trajo recuerdos de diez años atrás: “Se publica la obra póstuma de Philippe Aubriot ‘La mer et moi’ con sus mejores reportajes submarinos”. El artículo me causó una profunda tristeza y no dudé en acercarme al mediodía a la cafetería de Vives i Tuto para reencontrarme con Tomás y saber algo más de mi amigo francés.

El local había sido remodelado pero seguía regentado por su mismo dueño, a quién vi detrás de la barra en medio de la vorágine del servicio de menú. Apenas me vio, dejó los platos y salió a abrazarme. “¡Enrique, cuánto tiempo! ¿Supiste lo de Philippe, no? Me dio tanta pena. Pero mira, lo tenemos en su rincón de siempre, con sus ojazos azules, su alegría escondida y esa ridícula pajarita que no se la quitó ni para su sepelio” me dijo mientras me llevaba hacía la pared derecha del local en donde había colocado una gran foto de Monsieur al lado de seis de sus mejores trabajos.

Me contó que murió en su último viaje a la isla de Borneo hace un par de meses. Las inmersiones fueron muy profundas y su cuerpo no resistió como antes. A los pocos días una complicación en los pulmones le produjo un fulminante paro cardiaco. Los hijos de Philippe viajaron a Barcelona para recoger sus pertenencias y en el ordenador encontraron una primera versión de ‘La mer et moi’. “Antes viajar a Borneo me dejó esto para ti. Él sabía que pasarías por aquí en algún momento” me dijo Tomás entregándome un sobre que decía “pour mon ami péruvien” con la reconocible caligrafía del francés. Dentro había una fotografía de una colorida medusa del pacífico. “Eso sale por unos doscientos o trescientos euros en eBay” me sugirió Tomás. “Tú y yo sabemos que para nosotros esa foto vale muchísimo más”.

Fotografía de Paula Arbide. Publicado en Photowriting

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